Taller de Grabado Popular (TGP)

En junio de 1937, un grupo de artistas de la antigua Taller-Escuela de Artes Plásticas empezó a reunirse para construir un espacio colectivo. Los pintores Leopoldo Méndez, Luis Arenal y Pablo O’Higgins a quienes pronto se integrarían Raúl Anguiano, Ángel Bracho y Alfredo Zalce fundaron el Taller de Gráfica Popular: el trabajo en equipo les permitía abatir costos y dividirse el alquiler de un espacio de trabajo, el salario de un impresor y la compra de materiales, como piedras litográficas y bloques de madera.
El taller les ofrecía una ventaja aun mayor: un espacio de discusión política y estética.
obras que no sólo perseguían la belleza, sino que aspiraban a ser útiles en la lucha de liberación. Y así lo hicieron: en un par de décadas el TGP logró la hazaña de construir el discurso gráfico de la Revolución Mexicana. En el camino, llevó al grabado —en lito, madera o linóleum. La historia del TGP comienza en el taller del maestro litógrafo Jesús Arteaga, ubicado en la calle de Cuauhtemotzin, zona roja de la Ciudad de México. Los fundadores del TGP no habían arrendado un local propio y se acomodaban entre las prensas de Arteaga, quien había sido impresor de los grabados de José Clemente Orozco, Carlos Mérida y Julio Castellanos. Los fundadores del TGP aprendieron de Arteaga la técnica de impresión litográfica.
Al poco tiempo los talleristas juntaron dinero y se instalaron en tres cuartos semioscuros de una vecindad en Belisario Domínguez 69 y compraron una vieja imprenta mecánica, que se volvió célebre por una placa que decía “París 1871”. Jubilosos de que la prensa hubiera podido servir en los acontecimientos revolucionarios parisinos, la llamaron “La Comuna”.
En el TGP existía la libertad de que cada integrante usara la infraestructura del taller para producir su obra individual, pero también se estimulaba la creación de obras colectivas. Una vez a la semana, los talleristas se reunían y definían líneas de trabajo, la concepción general de la obra se nutría del diálogo entre artistas, unidos tanto por la vocación creativa como por la camaradería ideológica.
Se estrenaron con un cartel de saludo a la fundación de la CTM, caricaturas sobre la expropiación petrolera y tres calendarios para la Universidad Obrera de México, que dirigía Vicente Lombardo Toledano, e imprimieron decenas de hojas volantes con grabados y calaveras.
El primer portafolio del TGP fue una serie de siete litografías de Méndez:
En el nombre de Cristo han matado a más de doscientos maestros, acerca del asesinato de maestros rurales a manos de milicianos.
Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, el TGP atravesó por un periodo de actividad febril. Los sindicatos afines al gobierno le solicitaban carteles, hojas volantes, murales y mantas.
La narrativa antifascista resultó muy útil para socavar la candidatura presidencial almazanista en 1940, y el TGP se sumó a ella con mordaces carteles.
Los miembros del TGP anhelaban mostrar su obra en la Unión Soviética, la república de los proletarios. Ya habían expuesto en Estados Unidos y Europa, pero los integrantes del Taller buscaban el beneplácito de la crítica soviética. En 1940, en plena guerra, se exhibió una muestra de su trabajo en Moscú.
El TGP vivía un momento de esplendor en 1940 debido a su infatigable producción antifascista. En ese mismo año, sin embargo, su existencia misma se vio amenazada. La mañana del 23 de mayo, un grupo de talleristas abrió la puerta de su local e hizo un hallazgo muy extraño: un estuche de guitarra y unos bigotes postizos. Unas horas después, la policía irrumpió en el local, detuvo a Méndez.
El episodio sembró una desconfianza mutua en el núcleo del TGP. Pocos meses después del atentado, el Taller vivió su primera escisión.
Los artistas discutieron debido al manejo administrativo de Méndez y por el poquísimo éxito para vender las obras. Méndez se resistía a ofrecer las piezas a precios elevados que estuvieran fuera del alcance de los obreros (y sólo asequibles para coleccionistas burgueses) pero los precios que fijaba ni eran lo suficientemente baratos como para que los adquirieran trabajadores manuales, ni cubrían los costos de producción a los talleristas.
Pero el destino le tendría una buena noticia al TGP: la llegada a México de dos alemanes que huían de la persecución fascista: Hannes Meyer y luego Giorg Stibi. Meyer había dirigido la galería Bauhaus en Dessau, Alemania, de donde lo habían echado los nazis. En México buscó trabajo como arquitecto y se vinculó al Taller, del que se convirtió en administrador y editor.
Con la coordinación de Meyer, el TGP hizo en 1945 su portafolio más importante: Ochenta y cinco estampas de la Revolución Mexicana[5], que contribuyó a la canonización de los héroes de la revolución: los hermanos Serdán, Madero, Zapata, Villa, Carranza, Obregón y Cárdenas, además de la exaltación de los personajes populares como “la adelita”, “la soldadera” y los obreros de Río Blanco.
Al mismo tiempo, las piezas repudiaban a Porfirio Díaz, Victoriano Huerta, el embajador Lane Wilson y Plutarco Elías Calles, así como al clero que, según los grabados, estaba detrás de los cristeros y del asesinato de Obregón.


Las finanzas del TGP llegaron al límite a mediados de los cuarenta: sus gastos se habían disparado con la renta de un nuevo local y la contratación de más trabajadores. Sus integrantes pidieron ayuda al gobierno para pagar la renta y levantaron el veto al financiamiento gubernamental. En 1946 ilustraron la Memoria Capfce, del Comité de Construcción de Escuelas, y las cartillas para las minorías indígenas. E hicieron el arte gráfico de la candidatura de Miguel Alemán, por el que cobraron seiscientos pesos mensuales. Alemán les regaló cuatro mil quinientos pesos una vez que llegó a la presidencia.

El grueso de la producción del TGP fueron los grabados en madera, piedra y linóleo, aun cuando también se hicieron bellos dibujos. Meyer, en la introducción a El Taller de Gráfica Popular (1937-1949), informaba que “han preferido más y más el linóleum. Los bancos de madera son raros y carísimos, y en vista de que faltan piedras grandes para litos, se están grabando en linóleum hasta carteles del tamaño 65 cm por 95 cm”.
El TGP llevó el grabado a sus máximas posibilidades estéticas. Paul Westheim retoma las palabras de Barloch, dirigidas a su hermano, sobre el grabado en madera. Cada una de ellas puede ser aplicada con justicia al TGP: “Es una técnica que invita a la profesión de fe, a decir categóricamente lo que en última instancia se quiere decir. Obliga a cierta validez universal de la expresión y rechaza los efectos superficiales…[6]”
Méndez renunció al TGP en 1960, y con él salieron Pablo O’Higgins, Alberto Beltrán, Mariana Yampolsky, Adolfo Mexiac, Iker Larrauri y Andrea Gómez. Aun cuando un grupo de artistas mantuvo vivo al Taller, la fecunda etapa de veintitrés años que tuvo a Méndez como líder e inspirador estaba clausurada.
  1. ¿Quiénes fueron los fundadores del Taller de Gráfica Popular?
    R: Leopoldo Méndez, Luis Arenal, Pablo O’Higgins, Raúl Anguiano, Ángel Bracho y Alfredo Zalce.
  2. ¿Cuál fue el sentido ideológico del Taller de Gráfica Popular?
    R: Apoyar al movimiento de revolucion, ayudar a la clase obrera, levantar la voz por los trabajadores, difundir la situación que se estaba viviendo a travez de sus grabados, dejar un mensaje hacia el gobierno.
3. En tu apreciación ¿consideras que una imagen puede tener una carga ideológica?
R: SI
Demuestra el apoyo hacia los obreros, un mensaje de esperanza que no se rindan que sigan luchando, a que exigan un mejor salario, que se manifiesten ante el gobierno y exigan acciones ante todas las situaciones que sucedian en ese momento.

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